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y al agarrarse.
Chee se posó cerca y Adzel era una silueta gigantesca, recortada contra el cielo.
 Quedaros aquí vosotros dos, mientras yo echo un vistazo  les ordenó; y echó a
andar.
Casi era como caminar con la cabeza hacia abajo, porque él no pesaba nada y la nave
muerta giraba lentamente sobre sí misma. Las constelaciones pasaban a su alrededor
como torrentes; la negrura dejaba entrever las formas de las tórrelas y los alojamientos.
Su propia respiración sonaba con fuerza en sus oídos.
Cuando llegó a un borde donde el casco había sido hendido, midió cuidadosamente
sus pasos entre un amasijo de barras salientes y retorcidas. Entre dos de ellas había un
cuerpo, lo miró durante un minuto a la luz de su linterna. Una débil gota de luminosidad,
que no se difundía a causa de la falta de aire, arropó una forma demasiado extraña para
parecer terrible como los cadáveres humanos generalmente después de una muerte
violenta: el baburita parecía penosamente pequeño y frágil. Estoy malgastando el tiempo
que tengo todavía, mientras que él ya no lo tiene, pensó Falkayn; y siguió adelante
rodeando el agujero, penetrando en una cavidad en ruinas.
El brillo de las estrellas y su linterna captaban en forma surrealista complicadas masas
medio sumergidas en la oscuridad. Un lúgubre placer se agitó en su interior. ¡Hemos
tenido suerte! Esto parece haber sido la sala de máquinas principal. Lo que quiere decir
que las unidades de control también se encuentran aquí, si es que sus naves están
construidas más o menos como las nuestras.
Aquello podía significar la consecución del deseo que había inducido a él y a sus
compañeros a emprender la investigación. Se conocía muy poco sobre la raza que había
construido la armada invasora ¿Quién podría decir qué pistas no se encontrarían en su
ingeniería?
¿Se le ocurriría lo mismo al comandante del Mercado Común y ordenaría una
operación de salvamento con el propósito de recopilar información? Probablemente no, su
flota estaba demasiado acosada. Además, todo lo que había hecho hasta entonces no
decía mucho en favor de su inteligencia...; bueno, caritativamente podía decirse que
traicionaba su ignorancia al más alto nivel.
Y además, suponiendo que los restos llegasen a la Tierra, sería difícil que el gobierno
los compartiese con Van Rijn. Falkayn no estaba siendo sólo leal a su jefe; temía que el
anciano fuera el último pensador competente que quedaba en todo el Sistema Solar. Van
Rijn sería capaz de deducir algo de una prueba, por pequeña que fuese, y que, para
cualquier otra persona, resultaría insignificante.
No es que aquí podamos hacer un trabajo serio, pensó Falkayn. No tenemos el equipo
necesario. Además, es peligrosísimo quedarnos mucho tiempo, pero podemos pasar unas
cuantas horas investigando y seleccionar así unos cuantos objetos y llevárnoslos para
examinarlos mejor. Quizá hagamos algún descubrimiento marginal pero útil. Quizá.
¡Adelante! Se deslizó hacia la más próxima de las formas que se erguían ante él.
9
La noche anterior a su partida, Bayard Story invitó a Nicholas van Rijn a cenar con él.
El Consejo de la Liga se había disuelto sin adoptar ningún acuerdo y los delegados
debían arreglar sus propios asuntos lo mejor que pudieran.
La Sala Saturno del hotel Universo estaba casi llena, aunque no lo parecía, gracias a
las mesas convenientemente espaciadas y a la discreta iluminación. Quizá se trataba de
que los amigos y los amantes se disponían a aprovechar todas las oportunidades de
divertirse que tuvieran, mientras los rumores de una guerra hervían por todas partes, o
quizá no. El Sistema Solar no había tenido experiencia directa de un conflicto armado
desde hacía tanto tiempo que resultaba difícil predecir el comportamiento de la gente. Las
parejas se abrazaban estrechamente deslizándose sobre la pista. ¿Había realmente una
nota melancólica en la música de la orquesta en directo? Arriba estaban los vastos
semicírculos de los anillos, de tintes más sutiles que los arcos iris en un cielo violeta
donde en aquel momento se veían cuatro satélites. Unas centellas luminosas
parpadeaban en los arcos y los meteoros rasgaban los cielos. En el punto donde se ponía
un sol diminuto, oscurecido por el espeso aire, se amontonaban las nubes, pardas y
rosadas.
 Este lugar es más apropiado para un romance que para una pareja de ejecutivos
fatigados  observó Story con una ligera sonrisa.
 Bueno, cualquier idea en la que podamos ponernos de acuerdo es completamente
romántica  gruñó Van Rijn desde las profundidades del menú.
Con la mano libre se llevaba a la boca trocitos de akvavit y tragos de cerveza
alternativamente. Story sorbía champán con ron.
 Veamos..., dood en ondergang, déjeme ver, por favor; este lugar está tan oscuro
como el cerebro de un burócrata. Empezaré con una docena de ostras Limfjord. Limfjord,
por favor, camarero, patas de cangrejo heladas y puntas de espárragos, y cincuenta
gramos de paté de Estrasburgo. Después, mientras me como mi aperitivo, puede llenarme
un buen cuenco de sopa de cebolla a la Ansa. No se la pierda, Story, se emplean
especias que quizá no consigamos nunca más, si ocurre algo tan estúpido como una
guerra. Para la sopa el vino... Continuó así durante varios minutos.
 Oh, tráigame los tournedós del menú del día, poco hechos  dijo Story riendo , y,
muy bien, esa sopa de cebolla, puesto que me la han recomendado.
 Debiera prestar más atención a lo que come, muchacho  dijo Van Rijn.
 Yo no hago un dios de mi estómago  dijo Story encogiéndose de hombros.
 ¿Cree que para mí lo es, no? No, maldita sea, yo hago que mi estómago trabaje para
mí, lo hago trabajar como un esclavo. Yo lo que cuido es mi paladar. ¿Qué hay de malo
en ello? ¿Quién resulta perjudicado? El primer milagro de Nuestro Señor fue convertir el
agua en vino, y fue una buena cosecha, sí señor  Van Rijn sacudió la cabeza y los
tirabuzones danzaron sobre su chaqueta de brocado . Los que arman los líos son los
que no están contentos con la buena comida, la bebida, la música, las mujeres, las
ganancias; todo eso son regalo de Dios. No, nos traen miseria porque tienen que jugar a
ser Dios ellos mismos, serán nuestros Salvadores con mayúscula.
Story se puso serio y replicó:
 ¿Está seguro de que no es usted el que se cree en posesión de la verdad? Lo que
defendía ante el Consejo podría; casi con certeza que hubiera conducido a la Liga a una
guerra.
Las cejas de Van Rijn se unieron en un gesto de desprecio.
 Creo que no. La Liga junto con el Mercado Común serían demasiado para Babur. Se [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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