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su amiga.
 ¿Y ahora qué?
 Somos amigos. El es muy especial para mí y no quiero estropear eso. No quiero
perderlo.
 Yo pienso que los mejores amantes son los amigos.
 Pero tú me contaste que un amigo tuyo se enamoró de ti y como tú no lo
correspondiste, la amistad se perdió.
 No todas las personas son iguales, Josey. Las relaciones son diferentes y ésta puede
serio si él siente lo mismo que tú. Y parece que tienes un montón de pistas que así lo
indican, ¿no?
 Oh, Ally. ¿Y qué pasará si me equivoco? Él no ha dicho nada.
 No tengo ni idea. Puede ser doloroso, pero ¿y si tienes razón y ninguno de los dos
dice nada?
Nate dejó el lápiz en el portalápices y se frotó los ojos. Eran las diez de la noche. Sólo
había comido un bocadillo a mediodía que le había traído su secretaria y volvía a
tener hambre, pero no le apetecía más comida rápida y la tienda ya debía de haber
cerrado. Además, los detalles de aquel caso, especialmente el informe médico, le
habían revuelto el estómago. El niño estaba ya en un hogar de acogida y Nate
pensaba que eso sería mejor, sobre todo si no tenía un hermano con el que planear
una fuga.
Aquel día se había seleccionado al jurado para el caso de la señora Stapleton, que
había sido acusada de agresión y negligencia. Aquello había ido demasiado lejos
antes de que nadie se diera cuenta. Había muchas evidencias, pero se preguntaba lo
que la niña no le habría contado al psicólogo asignado al caso, cuánto habría dejado
fuera.
 El lunes  pensó en voz alta. El lunes empezaría el caso y le haría saber al jurado lo
que sintió aquella niña.
Ya casi ni merecía la pena volver a casa a dormir a medianoche para volver a la
oficina tan temprano. Tal vez pudiera llamar a Josey para que le llevara ropa para
cambiarse y el cepillo de dientes. Ella tenía una llave de su casa.
Puso una mano en el teléfono y después la apartó. Era tarde y no quería que ella
cruzase toda la ciudad sola por la noche. Él se ofrecería a pagarle un taxi, ella
aceptaría y después tomaría el metro para ahorrar unos cuantos dólares. Y no quería
que hiciera eso.
Escaneado por Tallitach y corregido por Claudia Nº Paginas 50-120
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Una pena, porque si ella quisiera ir y hacerle compañía un rato, sería muy agradable.
Podría decirle que se trajera un libro para leer en el sillón mientras él trabajaba.
Podría incluso traerse el pijama si quería.
En la cara de Nate se dibujó una mueca y su cuerpo se caldeó con sólo pensarlo. No,
no podía hacer eso. Así no podría trabajar nada. Incluso si lograba contenerse de
saltar en el sillón y tomarla en sus brazos y acariciarle todo el cuerpo, no sería capaz
de concentrarse en su trabajo pensando en ello. Y todo eso mientras ella seguía
pasando páginas como si nada, levantando la mirada del libro y sonriéndole cada
poco rato.
Imposible. No necesitaba que fuera allí. Podía trabajar unas cuantas horas más, ir a
casa a dormir un poco, cambiarse y volver. Y tampoco necesitaba compañía. Jeffers
estaba por allí, en algún sitio, trabajando también en el caso Stapleton. Nate era el
fiscal del caso puesto que había pasado más tiempo con los testigos. Quería saberlo
todo y se había puesto como meta que la señora Stapleton pasara mucho tiempo a la
sombra.
 Nathan  dijo una voz . Soy tu conciencia.
Nate se quedó asombrado un momento. Después se dio cuenta de que la voz de su
conciencia se parecía un montón a la de Jeffers. Apretó el botón del intercomunicador
y respondió:
 ¿Sí?
 Vete a casa  dijo Jeffers desde su despacho.
 Aún tengo que...
 Te he dicho que te vayas a casa. Éste es un caso terrible, pero no puedes hacerte el
héroe. Prefiero tener a alguien consciente trabajando en ello. No protestes y
márchate.
Nate no se molestó en responder. Sacó el maletín de debajo de su mesa y empezó a
preparar ordenadamente las cosas que tenía que llevarse a casa. Cuando hubo
acabado, se puso de pie.
En esa posición, podía ver sus zapatos. Recordaba la impresión que había sufrido al
ver la etiqueta del precio. Acababa de conseguir un nuevo trabajo, así que se los
podía permitir, pero no estaba acostumbrado a pagar tal cantidad de dinero por algo
que iba a llevar puesto. Por eso los cuidaba mucho y los llevaba a un zapatero a que
los abrillantase, aunque hubiera podido comprarse unos nuevos en cualquier
momento. Vio que tenían unas pequeñas manchitas en la punta, así que se quitó la
corbata de seda azul, a punto estuvo de estrangularse en el proceso, y les sacó brillo
con ella. Cuando acabó, tiró la corbata a la papelera.
Estaba estresándose mucho. Tenía que relajarse, Jeffers tenía razón. Hora de ir a casa.
No, ni siquiera Jeffers tenía idea de lo que implicaba el trabajo de Nate. Su trabajo
consistía en exorcizar su memoria, limpiar su pasado, curar la enfermedad que
llevaba en la sangre. Quería ver a la señora Stapleton pagar, pagar por lo que su
padre les había hecho a él y a Derek.
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Porque Nate estaba ya muy lejos de su padre y no podría hacerle pagar su culpa.
Jonathan Simmons fumaba en la ventana de su nuevo y polvoriento apartamento.
Había mucha gente que caminaba por la calle, dos plantas por debajo de él. De forma
inconsciente miraba a todos los hombres que pasaban, preguntándose si reconocería
a sus hijos si los viera después de tanto tiempo. Realmente, no le importaba. No tenía
nada que ver con la nostalgia.
El bufete lo había dejado marchar la semana pasada. Dejado marchar era un
eufemismo: lo habían echado. Era como si le hubieran dado un puñetazo en el
estómago y lo alejaba de los sueños que había tenido siempre de dinero y prestigio.
Tenía cerebro y cuando acabó la carrera, estaba dispuesto a todo. Consiguió un buen
trabajo en Connecticut y planeó asentarse antes de seguir escalando puestos.
Se casó. [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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